Vida, transición y cambio
Es un acto de sabiduría el entender que los seres humanos somos, en todos los sentidos, cambiantes. Seres que estamos en transición siempre. Mutantes de la vida.
Los seres humanos tendemos a creer que “se llega a ser algo”, como si fuésemos hacia un estado de estabilidad permanente o en dirección a un ser inamovible.
Sin embargo, estamos constantemente en proceso de cambios; basta que nos miremos al espejo y comparemos lo que observamos con alguna de nuestras fotografías.
La vida es una constante y permanente transición
¿Qué es transición?
La palabra “transición” se relaciona con “transitar, transitivo, tránsito”, lo que sugiere la idea de pasar de un lado hacia otro, avanzar y no estar detenido.
El ser humano está en todo instante pasando de un punto a otro.
El cambio como esencia de la vida humana
Muchas personas temen al cambio porque representa abandonar lo conocido y familiar. Sin embargo, la realidad demuestra que es un temor infundado.
En el plano personal, cambiar implica la aceptación tácita de que algo no funciona de manera adecuada en uno mismo y es preciso modificarlo. Sin embargo, razonar de este modo frena el crecimiento de las personas.
Terror al futuro
Cuando las personas no son capaces de vivir junto con el cambio de manera inteligente, entonces se produce un fracaso de adaptación que les impide gozar del presente.
El peligro del rechazo al cambio
Cuando nos oponemos al cambio, nuestras vidas se convierten en rutinarias y negamos el elemento más vital y trascendente de la vida humana, que es la transformación y el crecimiento.
Cambiar una ley natural ineludible
Vivir constantemente en transición es lo único permanente en la vida humana. El cambio es una ley que no se puede esquivar. Quien rechaza la posibilidad de cambiar es como quien se niega a respirar. Tarde o temprano algún órgano vital dejará de funcionar.
Cambiar significa tener la flexibilidad necesaria para autoanalizar nuestra manera de enfocar el mundo y modificar las conductas que nos impiden lograr nuevos y mejores resultados.
Cambio y pensamiento
Todo cambio de vida va precedido por un cambio en la forma cómo pensamos. Nadie cambia de manera perdurable a menos que modifique su modo de pensar.
No es posible cambiar sin modificar la manera de pensar, pero no es posible transformar la manera de pensar si no se está dispuesto al cambio.
La inteligencia emocional no sólo tiene que ver con el manejo de las emociones, también con la forma en cómo dirigimos nuestra mente hacia nuevos conceptos.
A la mente, le han enseñado a "etiquetar" unos conceptos de cierta manera, y le cuesta y se resiste a aceptar que sean de otra.
El desarrollo o crecimiento personal requiere, evidentemente, de una disposición inicial por parte de quien se lo plantea. Muchas veces, tras leer u oír hablar de esa temática, las personas quieren comenzar su propio cambio interno a mejor pero, o no saben cómo hacerlo, o no saben los obstáculos que, de seguro, aparecerán para disuadirles.
Cambiar para crecer en bienestar: ¿en qué consisten esos cambios? Simplemente, en plantearse que la vida es mucho más sencilla de lo que nos han enseñado y la mayoría hemos creído. Estimular esa sencillez es lo que nos permite crecer como personas; ir con la vida y no “contra” la vida, o a pesar de ella.
¿Por qué la mente no quiere cambiar?
Las personas no aceptan más argumentos que los que les permiten seguir creyendo, suelen centrarse en el, no admitirían otra réplica por su parte. La cuestión, para ellos, es demostrar y demostrarse que “el otro” es el equivocado, y no sus creencias.
Eso piensa nuestra propia mente, y por eso se resiste a entenderlo y, menos aún, a aceptar que ha estado equivocada.
Cómo disolver la resistencia de la mente
Ante todo, deberíamos aprender a escuchar sin prejuzgar. Solo atender a cualquier explicación, absorbiendo la información lo más claramente que nos sea posible, para desmenuzarla si hace falta después, ponerla a prueba, y emitir nuestra valoración con cierto criterio.
APRENDIENDO A DESAPRENDER
Los tiempos de crisis pueden ser tiempos de hacer balance y limpieza, también en nuestras actitudes, comportamientos y convencimientos del pasado.
Aprendemos desde, prácticamente, el momento de nacer. El recién nacido “aprende” de forma automática e inconsciente a respirar por la nariz, a mover sus manos para agarrar las cosas, a succionar su alimento. Desde ese momento y en adelante, la vida es un continuo aprendizaje, voluntario o involuntario, y todo en nuestro entorno nos alienta a aprender nuevas ideas, actitudes o habilidades, que formarán nuestra forma de ser y de pensar.
Por eso, pocos de nosotros esperábamos de adultos que una palabra que suena tan ajena a nuestra mentalidad fuese cobrando fuerzas de prioridad, en la época que nos ha tocado vivir: “desaprender”. Pero, así es; desde el mundo empresarial hasta los nuevas teorías para mejorar la personalidad, recomiendan cada vez en voz más alta que desaprendamos conceptos que se demuestran obsoletos o equivocados, y que nos inculcaron como ideas o incluso valores, tiempo atrás.
¿Qué es desaprender?
No es otra que la de que necesitamos “vaciar”, hacer sitio en nuestra mente, atiborrada de antiguos conceptos, creencias preestablecidas y conocimientos e información pasados de moda o errados, para aceptar los nuevos cambios, la nueva mentalidad.
Pero, nuestro cerebro, tan acostumbrado a absorber información, se resiste a la función contraria. Todos sabemos lo costoso que resulta que una persona cambie de creencias que han configurado su vida, o admita como realidades aquellas situaciones que rechaza; sin embargo, en algunos casos resulta no solo útil, sino necesario para comprender el entorno y desarrollarnos como seres humanos.
¿Por dónde empezar a “desaprender”?
En una cultura que ha convertido a sus ciudadanos en máquinas de consumir, en pos de una economía devoradora, lo primero a entender es que no necesitamos tantas cosas materiales para subsistir, ni para estar cómodos o gozar de mayor bienestar. Las crisis económicas parecen llegar a propósito de demostrarnos esto. una sociedad que impone moda, belleza y tecnológica, en las que la ciencia ha demostrado inútiles y obsoletas numerosas creencias consumistas, se revelan incapaces de conseguir la felicidad del ser humano. De ahí la necesidad de éste de volver a sus orígenes, de reconocerse en su interior olvidado.
Y no hablamos de renunciar al progreso y sus buenas conquistas, sino de recuperar la esencia espiritual- o mental, como prefieran- que estábamos perdiendo. Cada vez más personas se apuntan a la “moda, las drogas, el alcohol, sexo, música chatarra, que un consumidor inmerso en un mundo de consumidores con mentalidades establecidas y conservadoras. Buscando la singularidad, ya no vale el individualismo, y todos queremos ser nosotros mismos, auténticamente, e interconectados con los demás.
Recuperar valores humanos como la sonrisa habitual, la alegría por vivir, el contacto con los otros, la calidez y el respeto en el trato, o la sensación de ser parte de la naturaleza, y no solo sus destructores, van recobrando su lugar en los nuevos buscadores de una sociedad más humanizada, menos encorsetada y tecnificada.
Por eso prima hoy en día un regreso a la imaginación y creatividad humanas, como valores a tener presentes para formar la vida futura, al que se van viendo empujados todos los ámbitos, desde el educacional hasta el empresarial. Y, para eso, cada persona debe encontrar su equilibrio, redescubrir su potencial y dejar atrás las viejas convicciones y los antiguos preceptos. Uno de ellos, el que nos enseñaba que había que saber envejecer, va siendo reemplazado por entender que es más importante saber crecer como persona; lo que nos obliga a desaprender muchos tópicos que formaban la conciencia colectiva.
LA VISIÓN PERSONAL COMO CAMINO HACIA UNA VIDA CON SENTIDO
Qué es la visión personal y la importancia de delinearla claramente para alcanzar el éxito y la felicidad.
La visión personal es individual. Requiere ser delineada por cada quien en sintonía con sus intereses, sus recursos, sus fortalezas y debilidades. Tiene que ver con las metas y los objetivos que se quieren lograr y será el origen de para qué alguien hace lo que hace.
Aquellos que corren todo el día haciendo infinidad de cosas, quienes no saben decir que no a ningún pedido, los que odian su trabajo o quienes se encuentran a disgusto con las decisiones que se ven obligados a tomar, seguramente carecen de una visión personal o si la tienen, no la están respetando.
Cómo crear la propia visión
¿Quién quiero ser?; ¿A dónde quiero llegar? ; ¿Qué quiero tener? ;¿Qué tipo de gente quiero tener a mi lado?; ¿En cuánto tiempo lo puedo lograr? Son algunas de las preguntas cuyas respuestas pueden ir delineando la visión personal.
Beneficios de vivir atento a la visión personal
Tener una visión es como tener un Norte hacia dónde dirigirse sin dudar. Todas las acciones de la vida pueden entonces valorarse de acuerdo a cómo se ajusten a la visión personal. Actuar en consecuencia produce no sólo el estar más cerca de la meta sino también una gran tranquilidad espiritual.
Por otra parte, vivir en pos de la meta planteada le otorga a la vida sentido y hace que las dificultades se tomen como transitorias y sea más fácil superarlas.
Síntomas de que está faltando definir la visión
La sensación de insatisfacción, de que nada es suficiente, lleva muchas veces al consumo de psicofármacos y la búsqueda de respuestas que sean dadas por el afuera. Y es ahí más que nunca cuando es necesario buscar el sentido de la propia vida, la razón para vivir. Muchas personas lo descubren luego de pasar por experiencias extremas, como haber estado cerca de la muerte. Sería deseable poder experimentarlo sin tener que llegar tan lejos.
Diseñar la propia vida es el trabajo más importante que una persona viene a realizar, pues abarca todo lo demás que le va a pasar. El producto de su obra pueden el ser feliz, , un legado creativo, una sociedad dónde valga la pena vivir y sobre todo el hecho de convertirse en un ser único, valioso y especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario