Las llamadas “nuevas masculinidades”

Los hombres que vienen
La lucha por la equidad de género encabezada por el movimiento feminista empieza a alcanzar a ciertos hombres que reconocen la corresponsabilidad y la necesidad de trabajar conjuntamente para cambiar las relaciones de poder entre género. Por esta razón, desde hace algunos años diversos colectivos se han organizado para romper con los mandatos masculinos que también les impone el patriarcado.
¿Los hombres nacen o se hacen?
Aprendemos a ser niñas o niños, mujeres u hombres desde la familia, la escuela, las distintas religiones y la sociedad en qué vivimos. El aprendizaje de género es una de las primeras y más importantes lecciones que asimilamos ya que sobre ello se construyen los rasgos fundamentales de nuestra identidad personal. En nuestra infancia, pasamos por un proceso de socialización que se encarga de fomentar las actitudes que se consideran adecuadas para cada sexo, o bien de reprimir aquellas que no se ajustan a los roles y estereotipos establecidos: se premia a quienes cumplen las normas establecidas y se castiga o excluye a quienes no lo hacen. Así, ser hombre o mujer implica valores y comportamientos asociados a las características biológicas de cada persona. Lo femenino y lo masculino se aprende y, por lo tanto, se puede modificar.
El género es una categoría construida social y culturalmente que define qué se entiende por femenino y masculino. Por tanto, delimita qué valores, conductas y expectativas deben ser propias de los hombres y cuáles propias de las mujeres, en un contexto determinado.
Características de la masculinidad hegemónica

Dibujo: Chachi Verona
Históricamente el papel e identidad de género masculino ha sido privilegiado en derechos y oportunidades en relación al femenino. Esta situación ha generado un modelo de masculinidad predominante que impregna todas las esferas de la estructura de una sociedad (política, económica y cultural), y que a su vez, ha legitimado y perpetuado una forma de poder ejercida por los hombres que les sigue colocando en esa posición de generación en generación. La clave de la masculinidad hegemónica es el poder sobre otros, ya sea sobre las mujeres o sobre otros hombres.
La cultura de la desigualdad está directamente relacionada con el control de la otra persona por la necesidad de mantener el poder de unos sobre otros.
Una parte de la identidad masculina se apoya en tener que demostrar continuamente las capacidades propias frente a otros hombres como una confirmación de su virilidad y de su valía. Ello conlleva a adoptar actitudes que desprecian la seguridad personal y la tendencia a exponerse al riesgo puesto que en esa lucha por el poder, los varones son educados en la competitividad para conseguir poder o estatus. En línea con la continua necesidad de demostrar la hombría, la masculinidad tradicional se define por oposición a todo aquello asociado a la feminidad, donde se incluirían la faceta emocional; la falta del cuidado personal y la homofobia: un hombre debe demostrar que no es un niño, que no es una mujer y que no es homosexual. En este sentido, la violencia forma parte del proceso de socialización masculina en mucha mayor medida que en la de las mujeres. Y, a pesar de que cada vez tiene menos legitimidad, su utilización persiste ya sea contra las mujeres, para resolver conflictos con otros hombres, o consigo mismos.
Por otro lado, la tendencia a proyectarse hacia el exterior y olvidar lo que tiene que ver con el interior, hace que se potencien las habilidades instrumentales y competitivas, realzando así la primacía del trabajo productivo (en detrimento del reproductivo, correspondiente a las mujeres).
Por último, el mandato masculino predominante conlleva el control emocional, la inexpresividad y deficiente gestión de emociones y sentimientos, asociados tradicionalmente a lo femenino.
El género, pues, describe las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres.
Repensar el ser hombre

Foto: Portada del Newsweek Septiembre 2010
Así, aunque en términos generales, los hombres gocen de unos privilegios como colectivo, los elementos de la llamada masculinidad hegemónica también tienen contrapartidas: limitan las posibilidades de crecimiento personal, las potencialidades de los hombres como seres humanos y su capacidad para desarrollarse plenamente. Y, además, les mantienen en ese posicionamiento de privilegio que perpetúa el sistema de subordinación y de violencia contra las mujeres. Desde hace unos años, algunos colectivos se han organizado para analizar los roles impuestos y buscar nuevas formas de “ser hombre” alrededor de la idea de la justicia social y la igualdad.
Una de las mayores organizaciones formadas por hombres y dedicadas a la lucha por la erradicación de la violencia contra las mujeres y la equidad de género es la canadienseWhite Ribbon. A raíz del asesinato de 14 adolescentes en 1989 por participar en una carrera destinada a hombres (conocida como la Masacre de Montreal), un grupo de varones consideraron que tenían la responsabilidad de implicarse e implicar a otros hombres en hacer algo empezando por dejar de permanecer en silencio. En 1991 inauguraron la primera campaña del lazo blanco, símbolo de la paz, y poco después se convirtieron en organización.
En el estado español, el Centro de Estudios de la Condición Masculina se dedica a la investigación, la docencia y la promoción de cambios en la condición masculina y el machismo desde 1993, además de promover cambios en el estilo de vida, el comportamiento y la salud de los varones.
Impulsada por el mismo sentido de justicia social, pero con un enfoque más práctico AHIGE(Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) surgió en Málaga en 2001 y Homes Igualitaris en Catalunya en 2009 para analizar y deconstruir los roles masculinos impuestos por el patriarcado. “No se puede hacer un cambio hacia una sociedad igualitaria si no se tiene en cuenta a los hombres y, por esta razón, los hombres también deben cambiar” explica Paco Abril, presidente de Homes Igualitaris. Una de las actividades principales de la asociación es proveer un espacio de reflexión y herramientas –en especial emocionales- para contrarrestar los efectos restrictivos y nocivos que los roles de género tienen sobre los hombres y desarrollar así una faceta más comunicativa y empática.

Foto: He can do it!
Una sociedad más igualitaria implica también una mejora en la vida de los hombres en especial en lo referente al conocimiento de sí mismos y unas relaciones interpersonales más plenas. Desde la revisión de la experiencia personal, setrabaja para un modelo que permita la existencia de hombres más sensibles, capaces de entender y expresar sus emociones; encargados de ocupase de sí mismos y de sus familias; más tolerantes con la diversidad de opciones y orientaciones sexuales; menos violentos y comprometidos con la lucha contra todas las formas de opresión hacia mujeres y otros hombres. Paco Abril reconoce que, aunque tímidamente, los cambios se están dando poco a poco aunque de forma imparable debido a la necesidad de cambio de paradigma, no sólo de las mujeres sino de toda la sociedad.
Otra información de interés:
La masacre de Montreal Centro de Estudios de la Condición masculina AHIGE Homes Igualitaris Agenda CIME 2011
Esta es una explicación sin ánimo de lucro.
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