
¿Cómo involucrar a los varones en la prevención de
la violencia de género? Este cuestionamiento ahora está en la vanguardia de la
discusión de la política social.
El flagelo de la violencia contra la mujer en sus
diversas dimensiones tiene como base las construcciones de género y de una
masculinidad hegemónica autoritaria y antidemocrática.
Generalmente, se ha insistido en centrar las
políticas de prevención y de erradicación de la violencia de género en el
trabajo con las mujeres, puesto que ellas son las principales afectadas, y no
así, en involucrar de manera comprometida en este esfuerzo a los hombres,
principales protagonistas del problema. Una posible consecuencia de esta estrategia
es que, en nuestro país, los niveles de prevalencia de violencia contra la
mujer de parte de la pareja no se hayan reducido de manera significativa en más
de una década.
La violencia no es un problema de las mujeres, sino
que es un problema para las mujeres, y si bien, la atención debe seguir siendo
preferente hacia las mujeres, debe incorporarse a los varones a fin que
renuncien a su violencia y sean partícipes activos de la construcción de un
nuevo significado de ser varón, más equitativo y democrático, más afectivo, más
autónomo frente a las presiones sociales.
La violencia masculina actualmente es objeto de
investigación en diferentes países, y desde la academia y la sociedad civil se
han iniciado campañas y programas de prevención con el objetivo principal que
los varones tomen conciencia de los impactos negativos en sus propias vidas y
“Varones en la prevención de la violencia de género” en las de sus seres
queridos, en la sociedad y el desarrollo, del ejercicio de su violencia, como corolario de una concepción y práctica
machista, sexista, misógina y homofóbica de ser hombre.
Las Políticas públicas contra la violencia de
género, se viene trabajando en el diseño de nuevas políticas que contribuyan a
eliminar la violencia de género, incluyendo a los hombres junto a las mujeres
como protagonistas de ese esfuerzo.
Se hace necesario el debate ante el desafío de
trabajar estrategias desde el Estado, que sean sostenibles y articuladas el trabajo con varones en instituciones públicas
y privadas en la región.
Resulta crucial involucrar a los varones de manera
responsable y comprometida en labores de prevención de la violencia de género,
buscando un efecto multiplicador principalmente en sus pares varones para
acelerar los procesos hacia la igualdad de género y una vida libre de violencia
contra la mujer. Es necesario que los varones del mundo sean conscientes que
esta masculinidad hegemónica no solo les otorga privilegios sino también costos
y malestares. Pues, a la par que los varones se van llenando de poder, se van
aislando emocionalmente y rompiendo vínculos afectivos con sus seres queridos.
Trabajar en una nueva masculinidad va a implicar para los varones una
oportunidad de ser más sensibles, equitativos, respetuosos, libres para
expresar sus sentimientos, responsables en la educación y una crianza cercana
de sus hijos/as, conscientes de su rol de padre- progenitor en toda su
amplitud, entre otros puntos.
Estamos en proceso de formación de promotores
sociales varones expertos en masculinidades con enfoque de género, que puedan
trabajar con otros varones para disminuir y erradicar todas las formas de violencia de género. Estamos aplicando un
proyecto piloto, del cual requerimos conocer y sistematizar avances y errores,
para que luego permita dar paso a la construcción de políticas de prevención de
la violencia contra las mujeres.
Este hecho es uno de los primeros pasos que
configura una estrategia de intervención ventajosa, por cuanto inicialmente
debe partir del Estado, desde el Sector especializado, las instituciones
educativas, de salud, recreación y deporte, las empresas, ONG, la iglesia… en
trabajar la problemática de la violencia.
Nos hemos propuesto hacer que los hombres también
sean sujetos de la política pública de prevención y erradicación de la
violencia de género, haciendo de ellos parte de la solución y no solo
considerándolos como parte del problema.
Prevenir la violencia justamente involucrando a los
hombres en cuestionarla. Y para prevenir esa violencia, necesitamos saber dónde
están los hombres y cuáles son sus argumentos, no como forma de disculparlos,
sino para saber de dónde viene.
Podemos decir que uno de cada tres hombres en
relación heterosexual va a practicar una vez en su vida un acto de violencia
física contra su pareja. “Lo bueno es que dos de cada tres hombres no practican
esa violencia. Pero la cuestión es que los otros dos, generalmente, nos
quedamos en silencio frente la violencia que otros hombres usan y eso nos
parece algo natural.
Preguntamos a los hombres sobre su vida sexual,
sobre el cuidado, sobre su propia salud y salud mental, sobre su vida laboral,
sobre experiencias en la infancia y sobre el uso de varios tipos de violencia,
incluyendo la violencia contra su pareja.
¿Cuáles son los factores que están incidiendo en el
uso de esa violencia? Analizamos los resultados e identificamos cuatro factores
para explicar cómo es el hombre que utiliza la violencia física y cómo es el
hombre que no utiliza la violencia física. En primer lugar, haber sido testigo
de violencia contra su madre en la infancia, generalmente, de parte del padre
biológico u otro hombre compañero de su madre. Otro factor está relacionado con
tener actitudes no equitativas. Hombres que creen que tienen derechos sobre las
mujeres y que estas les deben sexo, cuidado, tareas domésticas y que los
hombres tienen una posición superior en la sociedad. En tercer lugar, el estrés
económico es un factor fuerte.
No es una cuestión exclusiva de hombres pobres u
hombres de clase media, sino que tiene que ver con cuánto dinero creo que
necesito para ser el hombre proveedor. Y en algunos países en conflicto o
post-conflicto, como en la República Democrática del Congo, Ruanda, Mali o los
Balcanes, encontramos otro tipo de factores asociados al estrés, como el
desplazamiento, porque estos factores tienen que ver con el modo de vida. Por
último, los hombres que abusan del alcohol tienen más tendencia a usar la
violencia contra la pareja.
Es importante empezar por esta cuestión para entender
que la violencia de la que el niño es testigo en la infancia crea miedo,
resentimiento y problemas para expresarse verbalmente de forma no violenta.
Esto es algo que la persona aguanta en silencio y que, en la mayoría de casos,
sin buscar ayuda. El silencio alrededor de esa violencia refuerza un modelo de
masculinidad que tenemos que aguantar.
Aguantamos en el dolor, incluso cuando
vemos a la persona que más nos cuida en el mundo pasando violencia, con un ser
que supuestamente debe estar cuidándonos.
Todo esto es parte del trabajo de prevención que en
muchas partes realizamos con la idea de que hay que parar esa violencia.
Podemos ver a los hombres que practican esa violencia como seres malos a los
que hay que reprimir o como víctimas de un tipo de violencia.
Preguntamos también a los hombres si habían sufrido
algún otro tipo de violencia, además de haber sido testigos de violencia contra
la mujer. Había víctimas de bullying, víctimas de violencia física de los
profesores o profesoras en la escuela, víctimas de algún tipo de violencia en
una comunidad violenta. En conclusión, entre el 80% y 90% de los hombres
relataron que vieron o fueron víctimas de algún tipo de violencia física en su
infancia. La condición masculina casi universal es que la infancia nos muestra
la violencia de otros hombres contra nosotros.
Pero entonces, ¿por qué no cuestionamos ni
denunciamos como hombres la violencia de otros hombres? Nos crían para tener
miedo de otros hombres. Si pregunto aquí en la sala cuántos hombres han visto o
han sido víctimas de algún tipo de violencia en la infancia, todos vamos a
levantar la mano. Esto es parte de la construcción social del uso de poder, de
quien tiene el poder contra quien tiene menos.
Con esto no estamos disculpando a los hombres que
utilizan la violencia contra su pareja, estamos entendiendo el origen de las
violencias múltiples que aprendemos como niños. Esto significa que en la
prevención tenemos que crear un espacio donde yo pueda decir, “sí, yo vi esa
violencia, o la sentí en mi propio cuerpo, sentí miedo frente a otros hombres”.
De esta forma, voy a cuestionar a mi vecino. Es muy difícil para nosotros
denunciar a otros hombres en esta faceta violenta, porque hemos aprendido a
quedarnos en silencio.
Cuando empezamos el trabajo con hombres, se empezó
a visibilizar en las políticas públicas la importancia de acabar contra la
violencia hacia la mujer.
En primer lugar, ¿cómo entramos a trabajar con
varones? Empezamos temprano en el ciclo vital, cuestionando y fortaleciendo a los
varones en lo que significa ser hombres, para producir otro tipo de hombres,
hombres más equitativos. En segundo lugar, ¿cómo aprovechamos ese gran avance
en iniciativas de empoderamiento legal, económico y social de las mujeres, para
también incluir a los hombres? Vivimos con las mujeres, estamos en espacios
parecidos, necesitamos pensar cómo empoderar a las mujeres y al mismo tiempo,
involucrar a los hombres en tal proceso. Sabemos que el empoderamiento
económico es necesario para las mujeres, más aún con la gran diferencia
salarial que hay; pero, ¿cómo lo hacemos de forma que también incluyamos a los
varones como aliados en el proceso? Y en tercer lugar, aprovechar la
paternidad, el cuidado masculino, como un factor de protección al uso de
violencia. Esto surgió porque muchas veces nos preguntan qué es lo opuesto a la
violencia. Creemos que es la empatía, la solidaridad, las conexiones con los
otros, el cuidado. Y para el 80% de los hombres en el mundo que en algún
momento serán padres o ya lo son, una de las formas de cuidado más accesible es
el cuidado de los hijos.
Estamos utilizando la paternidad como camino hacia
relaciones menos violentas.
Entonces estamos encontrando un camino hacia vidas
no violentas, aprovechando el cuidado para hacer la vida de los hombres más
llenas de sentido, y al mismo tiempo, reducir la violencia contra la pareja.
“Pedir ayuda también es de hombres“
El primer nivel tiene que ver con parar la
violencia, lograr que los hombres que llegan al Programa puedan parar su violencia.
Tiene una deserción muy alta, que es un rasgo que además comparte con la
mayoría de programas reeducativos dirigidos a hombres agresores, especialmente,
aquellos que incluyen un enfoque pro-feminista, como el nuestro.
El segundo nivel implica resinificar la experiencia
emocional y reaprender varios asuntos en relación a lo que entienden los
hombres que llegan al Programa, por ser hombres, y cómo esto se vincula con el
ejercicio del poder y control, especialmente en la pareja.
-El trabajo que se realiza en el tercer nivel tiene
que ver, básicamente, con el aprendizaje de la negociación. Los participantes
aprenden a resolver conflictos sin violencia mediante la igualdad y el respeto de los derechos de la pareja.
Sólo después de pasar el segundo nivel se dan las condiciones para plantear el
ejercicio de la negociación para resolver conflictos.
“Oye Varón, Aprende a Vivir sin Violencia”.
“Es necesario trabajar con los varones pensándolos
como agentes de cambio, para involucrar a otros hombres en la igualdad“.
Los hombres ya no ocultan sus sentimientos, ni se pierde en su interior.
Encuentra en sí mismo el concepto de masculinidad uniendo ternura y
seguridad como guía de comportamiento.
Masculinidades
Inteligentes
Re significación
masculina hacia la transcendencia masculinas
Explora el sentido que tiene “ser hombre”
Repensarnos como Hombres
Los hombres
dispuestos al cambio
¿Qué es la masculinidad?
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