MASCULINIDADES BIOTRANSCENDENTE

MASCULINIDADES BIOTRANSCENDENTE
Varones en la prevención de la violencia de género. Hombres Renunciando a su Violencia Resinificar la identidad masculina, es cómo nos salimos los hombres de esta trampa que hemos construido.

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miércoles, 20 de agosto de 2014

Hombres en la construcción de sus Masculinidades Inteligente. La De-construcción de los Machos a hombres

Hombres en la construcción de sus Masculinidades Inteligente
La De-construcción de los Machos a  hombres.

La masculinidad tiene su base más profunda en la creencia de que los hombres son poseedores privilegiados de un secreto que les concede la supremacía sobre las mujeres. Por lo que éstas son apartadas del contrato arbitrario que acuerda la fracción masculina. Bourdieu (2000) advierte que ser hombre es encontrarse en una posición de poder. Para Kimmel (1997) la definición hegemónica de virilidad es un hombre en el poder, un hombre con poder, y un hombre de poder. Se asocia la masculinidad con ser fuerte, exitoso, capaz, confiable, y ostentando control. Tal definición desarrollada por la cultura perpetúa el poder de los hombres sobre las mujeres.

El dominio masculino legitima el uso de la fuerza, la autoridad para controlar la naturaleza y ser el representante del mundo. La visión androcéntrica le atribuye la capacidad de ejecutar el mando hegemónico con la justificación de que la naturaleza ha concedido una diferencia anatómica que determina una distinción cultural. El determinismo biológico es la justificación para creer que el hombre es más fuerte, más inteligente y más capaz. La mera existencia de un órgano viril externo establece la excusa para la división sexual del trabajo, la exclusión de las mujeres de la ciudadanía y el ámbito público. El hombre no sólo debe ser masculino, más aún debe parecerlo. La raíz etimológica de varón es del latín vir: macho, hombre, pero también virtuoso. Sin embargo, los hombres se encuentran en la disyuntiva continua de ser demasiados hombres o no serlo suficientemente. Si abusan de la demasía pueden cometer actos vandálicos, misóginos y agresivos, aún en contra de sí mismos como poner en riesgo su vida con el objetivo de mostrar su frágil virilidad. Y si los hombres no manifiestan suficiente fuerza temen no ser considerados bastantes hombres. La educación nos contribuyó a adquirir los patrones tan marcados de género que caracterizan a la mayor parte de la sociedad humana. Desde antes del nacimiento la estructura de género está determinada. ¿Por qué desde antes del nacimiento la cultura establece las bases del género?

Analizando la figura masculina en la sociedad contemporánea, reconoce que el ideal masculino tiene consignas básicas:

El verdadero hombre carece de toda feminidad, exigiéndosele que renuncie a una parte de sí mismo cuando se le reprime la capacidad de afecto y su lado humano.

La ternura y la sensibilidad están del lado de lo femenino. El hombre ante todo deberá demostrar que no es un bebé, una mujer o un homosexual.

La hombría se mide por el éxito, el poder y la admiración que causa en los demás. El mandato consiste en la superioridad con respecto a los demás. Ser importante justifica el reconocimiento que el hombre trata de buscar siempre con el trabajo y el éxito económico para llegar a ser “un gran hombre”. El trabajo masculino es la producción, mientras que para las mujeres es la reproducción. La apropiación del ámbito público supone un imperativo de éxito ante la mirada de los demás hombres macho.

El hombre tiene la obligación de ser totalmente potente, independiente, poderoso, autónomo e inconmovible con el fin de no mostrar ninguna señal de debilidad femenina. Frases como “los hombres no lloran”, “aguántate como los machos”, demuestran el deber de la resistencia y el aguante aún en contra de sus propias fuerzas, manteniendo una actitud totalmente firme que puede llegar hasta la intransigencia.

 Insistiendo en la consigna de ser el más fuerte de todos, utilizando la violencia si es necesario. El hombre es culturalmente violento ante la necesidad de demostrar su frágil identidad. La prueba continua de la masculinidad dudosa obliga a dar muestras públicas por lo que puede cometer imprudencias, abusar del poder, humillar al débil y someter a quien considera su amenaza. Este hombre, más parecido a la imagen del cowboy de Marlboro o de Rambo o Terminator es un duro entre los duros; preparado más para la muerte que para el matrimonio y el cuidado de sus hijos. Según Badinter, un “mutilado de afecto”. Tal mutilación tiene su origen en los primeros años de vida en los cuales el niño tiene que “cortar” con la parte femenina heredada de su madre para someterse al duro trabajo de ser hombre.

Sexualmente, los hombres están más ocupados en poseer, ostentar y dominar, que en satisfacer a su pareja; en demostrarse a sí mismos su potencia sexual. Para Clare (2002) la relación de los hombres con el sexo es a menudo más con ellos mismos que con sus parejas, quienes son únicamente siervos sexuales. Aunque generalmente no son plenamente conscientes, los hombres asocian el sexo con el poder más que con el amor. El valor que los varones atribuyen al pene es el signo esencial de su poderío. De hecho, para la mayoría los hombres no hay sexo sin penetración. La relación hombre-pene se demuestra en el acto sexual, que parece ser un contacto entre el hombre y su propio miembro. La unión sexual entre una mujer y un hombre es esencialmente triangular, cuyo tercer elemento es el órgano masculino. En el coito el hombre ve un pene frente a él, mientras las mujeres ven un hombre detrás de un pene.

De la misma manera, la prohibición de la feminidad hace que muchos varones rechacen que su pareja les acaricie las nalgas o los pezones por considerarlo un atentado a su virilidad, cerrando de golpe el diálogo sexual y la exploración erótica. No obstante, pese a la gran importancia que los hombres otorgan a la penetración, ésta se vuelve contra ellos. En primer lugar porque el coitocentrismo no deja espacio a la exploración de otras partes del cuerpo ni a las fantasías. Y posteriormente, porque la potencia sexual, al ser un objeto de enorme preocupación, se convierte en uno de los factores que contribuye a los principales trastornos sexuales masculinos, tales como la impotencia, la eyaculación precoz y la disfunción eréctil. Otras consecuencias nefastas del machismo a la estructura psicológica son la insatisfacción sexual, la falta de comunicación, la desdicha entre las parejas y, además, la práctica de actividades sexuales no protegidas que atentan contra la salud.

 Bourdieu asegura que el órgano sexual es el principio y final de todas las diferencias. En consecuencia, el orden masculino prescinde de cualquier justificación de su supremacía, no requiere legitimarla. La categoría masculina se apropia de la ciudadanía en todas sus facetas: desde la capacidad de hablar hasta el uso del derecho. El instrumento político de los hombres ejecuta el uso de la palabra desde una concepción neutra del género, como si fuera el representante de la humanidad, en una muestra de expropiación del lenguaje y la comunicación humana. La división de los sexos se fundamenta en el mito de la diferencia anatómica y se instaura en el orden jurídico de la sociedad. A raíz de ello, inserta un sistema de oposiciones análogas de manera objetiva y subjetiva que separan el orden de las entidades y las actividades. Algunas de las dicotomías empleadas son alto/bajo, arriba/abajo, delante/detrás, derecha/izquierda, recto/torcido, seco/húmedo, claro/oscuro, fuera (público)/dentro (privado), salir/entrar. Éstos contrastes suministran una fuente inagotable de metáforas con múltiples afinidades y correspondencias. De esta manera, la división de los sexos tiene una equivalencia subjetiva en la división de las cosas y el trabajo (Bourdieu, 2000).


http://www.estudiosmasculinidades.buap.mx/paginas/reportecarlosfonseca.htm 

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