CAUSAS DE
LA VIOLENCIA JUVENIL IMPLÍCITAS EN LOS PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE
GÉNERO.
I. INTRODUCCIÓN
Actualmente
el fenómeno de la violencia social en Colombia es un problema representativo
que se ha venido incrementando desde la década de los noventa, fenómeno que
socialmente se atribuye a la juventud, quienes según estadísticas son los que
más aparecen reflejados tanto como víctimas como victimarios. La violencia es
el elemento que marca la mayor parte de los actos delincuenciales, desencadenante
de otras variables que generan un círculo en el cual las victimas pasan a ser
perpetradores, convirtiendo el tema en toda una gama de complejidades que tocan
muchas de las estructuras sociales que van definiendo la cultura.
Algunas
de las estructuras de las que se hace mención en el párrafo anterior, son
aquellas que tienen que ver con la socialización del sistema patriarcal y la
creación de los roles socialmente atribuidos tanto a hombres como mujeres. Es
decir, la violencia es un derivado de algunos esquemas propiciados desde las
instituciones sociales que promueven la desigualdad de género y que esperan que
los y las jóvenes asuman un papel social en función de su sexo.
Es
importante señalar que el tema de la violencia juvenil en Colombia es un tema muy
complejo, producto de muchas variables, cuyo estudio necesitaría profundos
análisis de las raíces que la ocasionan, sin embargo para efecto del presente
trabajo se hará un análisis de algunas de estas variables, especialmente
aquellas relacionadas a las que construyen los roles inter e intragenericos,
además se hará el análisis desde una perspectiva con enfoque de género,
haciendo énfasis en el análisis de la construcción de las masculinidades en los
niños y adolescentes y como estas variables se mezclan para crear toda una
cultura de violencia alrededor de hombres jóvenes y que también tienen un
impacto en la violencia de género en la juventud colombiana.
Según
Gary Barker director del Programa de Género, Violencia y Derechos del Centro
Internacional de Estudios sobre la Mujer en Washington, la violencia está
asociada al ser hombre, “a la masculinidad”. Señala que el 80% de las víctimas
de homicidio en el mundo son hombres y que el 14% de los varones mueren
violentamente, contra un 7% de las mujeres. Además, el 90% de la población
encarcelada en el mundo es masculina. Asimismo, de acuerdo con sus datos, los
jóvenes tienen dos a tres veces más probabilidades de estar involucrados en
peleas en la escuela y de portar armas de fuego. Esta realidad global tiene su
imagen en la sociedad barranqueña donde las cifras en porcentaje que las
estudiaremos más adelante, no se alejan de la tendencia global.[1]
II. CONTEXTO DE LA VIOLENCIA
JUVENIL EN BARRANCABERMEJA
La
sociedad barranqueña está gravemente afectada por la violencia delincuencial y
esta situación ha crecido con el paso del tiempo. Según los estudios de
percepción (Revista Diversidad Humana 2009)[2],
la proporción de personas que declaran sentirse inseguras ha pasado del 38.3%
en 2004, al 55.4% en 2009. El hecho de que más de la mitad de la población viva
con miedo, es el resultado de muchos años soportando los daños provocados por
la delincuencia. Y la noticia más lamentable es que la mayoría de las víctimas
y un porcentaje muy significativo de los victimarios son hombres jóvenes.
Colombia es uno
de los países con las tasas de homicidio más altas del mundo y encabeza la
lista de América Latina, la violencia y la delincuencia afectan especialmente a
hombres jóvenes que residen en las zonas urbanas de los principales
departamentos; el 76.5% de las víctimas son asesinadas con arma de fuego; de
viernes a lunes son los días en que se reportan más jóvenes asesinados; y las
horas de mayor incidencia delincuencial son entre las 4 y las 8 de la noche.
En el año
2009 hubo 4,349 homicidios para hacer una tasa de 75.7 homicidios por cada 100
mil habitantes. Los jóvenes asesinados, según estadísticas de la policía,
fueron 1,992, el 44.2% de los homicidios sucedidos en el año. Un dato en
relación al resto de delitos, implica que de cada 10 colombianos/as asesinados
más de 4 fueron jóvenes: 3 entre 18 y 25 años; y 1 entre los 13 y los 17 años.
Si sumamos la cantidad de personas que pueden definirse como adultos jóvenes
entre 26 y 35 años (1,271), el porcentaje se eleva a 73.4%, es decir, más de 7
jóvenes por cada 10 habitantes asesinados. Un alto porcentaje de los casos
(cerca del 90%) queda en la impunidad.
Además es
relevante señalar que en la diferencia por género el porcentaje de hombres
jóvenes asesinados (86.4%) supera sustantivamente al de las mujeres jóvenes
asesinadas (13.6%). Sin embargo, investigaciones sobre los asesinatos de
mujeres y especialmente de menores de edad, están descubriendo patrones
homicidas que les convierten en grupo selectivo.
El tipo
de delito y factores de riesgo asociados de mayor frecuencia son los
siguientes: venta y consumo de droga, así como la distribución de droga al
menudeo robo a tiendas y casas, receptación de mercadería robada homicidios, episodios
recurrentes de violencia domestica extorsiones, asaltos, prostitución, A estos
habría que agregar el robo y hurto de vehículos, el asalto, explotación sexual
infantil, lesiones y asaltos con armas de fuego y arma blanca, aumento de
consumo de bebidas alcohólica, delitos reportados especialmente a la policía.
Definitivamente,
el mapa de violencia ha cambiado significativamente en una década, la
concentración de las desigualdades y desventajas fomenta ambientes donde la
informalidad emerge como un medio de generación de ingresos y crea condiciones
para el desarrollo de mercados ilegales que a su vez resultan en índices más
altos de violencia. Por esta razón, los delitos especialmente los homicidios se
cultivan con facilidad en los espacios donde opera el sector informal, tanto en
el centro de las ciudades como en las carreteras principales entre las ciudades
por donde transita el contrabando, micro tráfico.
Como
principal característica de víctimas y victimarios de la violencia
delincuencial en el país, se reflejan que las cantidades de hombres y jóvenes,
el total nacional y por departamento representan la categoría de más alto riesgo
de la población colombiana, especialmente en cuanto a la violencia homicida. En
el caso de Barrancabermeja la ciudad con un aumento exagerado de consumo de
estupefacientes, marihuana, coca, pope, tabaco, y alcohol en personas entre los
10 y los 29 años de edad, del sexo masculino. Otro dato relevante es que durante
el año 2009 aumento el doble de víctimas
de violación sexual, de las cuales, ocho fueron
mujeres jóvenes y 2 fueron hombres jóvenes, para hacer un total de 10 jóvenes,
equivalente de las violaciones ocurridas en el año. También hay que tener en cuenta
es que las violaciones sexuales afectan con mayor fuerza a jóvenes menores (y
menores entre los 11 y 13 años de edad) más que a los jóvenes mayores. A pesar
del enorme subregistro que suele existir en los casos de victimización por la
violencia intrafamiliar y que la misma policía reconoce, que el mayor numero de
las víctimas son jóvenes y mayoritariamente mujeres.
En suma,
los jóvenes constituyen el total de las víctimas de delitos registradas por las
estadísticas policiales. En los casos de violación y homicidio, los porcentajes
son más altos, lo cual es significativamente preocupante, por el hecho de ser
delitos donde el daño físico y psicológico es mayor, permanente o irreparable.
III. SOCIALIZACION DEL SISTEMA
PATRIARCAL DURANTE LA NIÑEZ Y LA ADOLESCENCIA
Tal como
se menciono anteriormente la violencia juvenil es multi-causal, y para
entenderla tenemos que analizar una complejidad de variables económicas,
culturales, políticas y sociales que no es de nuestro propósito ahondar en este
momento, sin embargo si se hará énfasis en aquellos procesos socializantes que
tienen que ver con la formación en el individuo de su identidad de género; ya
que muchos elementos propios de la violencia tienen implícitos esquemas propios
de cómo se esperan que se comporten los hombres jóvenes dentro de una sociedad
patriarcal.
El
fenómeno delincuencial en las comunidades de alto riesgo, afecta a toda la
comunidad, especialmente a los jóvenes, sector que por su edad biológica son
considerados como los más vulnerables. Ser joven en una comunidad pobre o
marginal importa características diferenciadas del resto del mundo joven. El
joven y la joven de barrio conviven en una realidad (sobre todo la calle, la
escuela, el grupo de amigos) que, no ofrecen muchas perspectivas; las
adicciones, el consumismo, el empobrecimiento, el desempleo y la delincuencia,
les da un matiz o toque diferenciada con relación a otros sectores juveniles
del país.
Durante
la primera infancia los niños colombianos, especialmente aquellos que nacen en
las comunidades con altos índices de delincuencia juvenil, se ven expuestos a
escenarios de violencia que van desde el hogar, desestructurados o
disfuncionales en los cuales la violencia domestica ejercida por el padre va
condicionando su concepto sobre la fortaleza masculina, hasta la escuela, lugar
donde se ven involucrados o expuestos a actividades ilegales (venta de droga y
extorsión) promovidas por niños que pertenecen a pandillas; es durante esta
etapa cuando el niño asume conciencia sobre su condición de hombre y que como
tal debe asumir su rol de hombre dominante que hace uso de la fuerza y el poder
para controlar a sus pares mujeres y hombres débiles bajo esta concepción
social.
De esta
misma forma también durante la niñez temprana hasta la pre adolescencia los
niños están expuestos a muchos estímulos sociales que promueven actitudes
machistas y que fomentan la violencia, entre estas podemos mencionar la
aceptación de la violencia como algo natural propio de la sociedad y cultura
colombiana, siendo bien común casi a diario en la principales calles de los
municipios más violentos ver escenas de homicidios donde la gente (niños,
niñas, adolescentes, jóvenes y adultos) se arremolina alrededor de la escena
como si fuera un espectáculo itinerante que los entretiene.
Entrada
la adolescencia junto con los cambios físicos, emocionales y psicológicos que
acarrea, llega la búsqueda de la identidad propia de cada niño, buscando
modelos a imitar que en algunos casos puede ser el padre que golpea y mal
tratador, el compañero de la escuela que es rudo y dominante o el cantante de
moda que aparece como un semental que domina a las mujeres y a otros hombres.
Estos modelos van generando aquella identidad masculina dominada por la fuerza,
el poder y la violencia, que junto con la estimulación de los otros factores
(juegos infantiles, peleas en la escuela, televisión) que promueven la
competitividad y la rebeldía propia de esta etapa van creando las condiciones
para que los jóvenes hombres se involucren en actividades delincuenciales.
Cuando el
joven llega a la edad comprendida entre los 15 y los 25 años, ya tiene toda una
imagen machista sobre su rol en la sociedad, el entorno de amistades refuerzan
esta concepción obligándole a asumir patrones determinados con respecto a
actividades y conductas propias de los hombres jóvenes (mujeriego, bebedor,
violento). Buena parte de este círculo de amigos están involucrados en el
consumismo y las adiciones quienes reclutan a los más jóvenes y los inician en
el comercio ilegal de drogas y armas.
Las niñas
por su parte asumen su papel reproductor a partir de la transmisión de los
valores esperados de la mujer dentro de esta sociedad; la violencia que sus
madres soportan y las tareas domesticas que les son asignadas a las niñas,
construyen la actitud de sumisión que es incluso promovida desde la iglesia,
siendo la posición de esta la que tiene gran peso dentro de la sociedad
colombiana que se considera como muy cristiana y conservadora. Al llegar a la
adolescencia la actividad sexual producto de la estimulación temprana que se
promueve en los medios de comunicación con la imagen totalmente sexual de la
mujer, generan embarazos precoces que terminan en la procreación de niños y
niñas que viven en condiciones de riesgo social, por ser estos hijos del
consumismo y la adicciones, que
reproducen esquemas de violencia descritos anteriormente, convirtiendo esta
situación en un círculo del cual es difícil de salir.
IV. VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL
AMBITO JUVENIL
Los
estereotipos que este sistema de poder ha llegado a construir son pautas de
conducta interiorizadas inconscientemente que nos proporcionan a mujeres y
varones, una identidad y por tanto actitudes y prácticas que perpetúan la
condición inferior que se asigna a las mujeres en la familia, en el trabajo, y
en la sociedad.
Como es
fácil deducir de lo expuesto hasta aquí, la juventud no elimina o aminora el
riesgo de ejercer / padecer violencia. Quizá el hecho de que en el ámbito de la
familia conozcamos mayoritariamente víctimas de edades medias podría inducir a
error. Sin embargo, si ocurre así es porque el doloroso proceso de deterioro,
no ya de las relaciones, sino, y sobre todo, del camino que lleva
inevitablemente a la anulación de la víctima es silencioso y muy dilatado en el
tiempo.
Por otro
lado, el reconocimiento de la naturaleza y origen de la violencia de género nos
lleva razonablemente a pensar que los jóvenes, al formar ellos mismos parte
integrante y sustancial de la sociedad, participan en mayor o menor grado de
las mismas características y estereotipos. Y ello es así hasta el punto de que
los datos recogidos en una muestra de 365 varones, entre 16 y 18 años han
demostrado que éstos tienen interiorizadas actitudes sexistas: el 53,4%
considera a la mujer como débil e inferior, pero desde posiciones más
indulgentes protectoras y sutiles “sexismo benévolo”. El 23% tienen la
convicción de que la debilidad de las mujeres legitima al varón para ejercer la
autoridad dentro de la pareja, ”sexismo hostil”. Por otro lado el 35,4% está de
acuerdo o muy de acuerdo con actitudes que justifican, niegan o minimizan la
violencia contra las mujeres. Y el 72% tiende a justificar dicha violencia
achacándola a la locura, al paro o a las drogodependencias, frente al 72% de
las chicas que la achacan a causas sociales. De cualquier modo el riesgo es
alto ya que el 24% de éstas no detecta el “sexismo hostil” y el “benévolo” no
lo identifica el 43%.
Por su
parte el estudio realizado durante cuatro años (1998-2000) entre 480 jóvenes de
14 a 18 años por un equipo de expertos en psicología de la Universidad
Complutense de Madrid, llega a la conclusión de que uno de cada cuatro
adolescentes tienen opiniones claramente discriminatorias. El 35% participa de
los estereotipos y reparto de roles tradicionales. En cuanto a la violencia del
varón hacia la mujer sólo la repudia el 52% de chicos frente al 85% de chicas.
El 31% del total no sabe nada sobre los movimientos feministas y mujeres que
hayan destacado en ese ámbito.
En tal
sentido estas mismas estadísticas se reflejan para el colectivo juvenil
colombianos, aunque vale la pena aclarar que las estadísticas muchas veces
solamente reflejan los feminicidios atribuidos a la actividad de pandillas,
invisibilizando las datos de las denuncias por maltrato intrafamiliar sucedidos
en familias jóvenes salvadoreñas.
En
consecuencia podemos decir que, la violencia de los hombres contra las mujeres
forma parte de la socialización masculina. Investigaciones en América Latina
muestran que la violencia doméstica, así como la violencia sexual, forman parte
de los “roles” sexuales o de género en los cuales estos tipos de violencia son
justificadas por los hombres cuando las mujeres rompen ciertas “reglas” del
juego, ya sea por tener relaciones sexuales fuera de la relación de pareja o
por no cumplir con sus “obligaciones domésticas”. Muchos muchachos aprenden en
su proceso de socialización que las mujeres y niñas deben de cumplir obligaciones
hacia ellos: cuidar de la casa, cuidar de los/as hijos/as, tener relaciones
sexuales con ellos, aún cuando ellas no quieran. Estudios muestran que los
grupos de pares o de amigos frecuentemente apoyan a los jóvenes cuando éstos
usan la violencia contra sus novias, amigas o parejas. Investigaciones
realizadas con estudiantes norteamericanos afirman que entre el 20% y el 50% de
los hombres y de las mujeres de la muestra habían experimentado algún tipo de
agresión física durante el noviazgo.
Esto indica que es necesario trabajar con los hombres jóvenes reflexionando
sobre la influencia que el género tiene en sus actitudes, y también sobre las
formas como se construyen las relaciones de intimidad durante la juventud.
V. RETOS PARA EL FOMENTO DE
UNA JUVENTUD QUE ASUMA ROLES MAS EQUITATIVOS Y MENOS VIOLENTOS
Para
disminuir el fenómeno de la violencia juvenil en Colombia, se hace necesario
diseñar alternativas de prevención e intervención social con hombres
adolescentes y jóvenes. Su objetivo es el de involucrarlos en la construcción
de una cultura de buena convivencia y de equidad, para que tanto ellos como
quienes les rodean puedan establecer relaciones saludables y basadas en el buen
trato, dejando de lado cualquier forma de violencia y sus nefastas
consecuencias.
También
hay que cambiar los esquemas que dictaminaban que los hombres adolescentes
tenían menos necesidades que las mujeres jóvenes en términos de atención.
Además, muchas veces se pensaba que trabajar con hombres jóvenes era difícil,
ya que se creía que ellos eran agresivos. Frecuentemente, los hombres jóvenes
han sido estigmatizados y rotulados de poco participativos, de no estar “ni
ahí”, o de ser violentos. Esta visión está cambiando ya que existe un consenso
internacional (aún emergente) sobre la necesidad de involucrar más
adecuadamente a los hombres –con especial énfasis en los hombres jóvenes– en
temas tales como salud sexual y salud reproductiva, prevención de enfermedades
de transmisión sexual, violencia y abuso de sustancias, entre otros.
Se deben
promover proyectos de cooperación en materia de prevención de violencia con
enfoques que promuevan el Involucramientos de hombres en la discusión y
reflexión sobre las desigualdades de género, con el objetivo de llevarlos a
comprender los riesgos del machismo y asumir un compromiso con actitudes más
equitativas de género en: el cuidado de los/as hijos/as, cuestiones de salud
sexual y reproductiva, en las tareas domésticas, entre otras. Es importante
resaltar que la equidad de género no significa que hombres y mujeres sean
iguales, o que debieran ser iguales. Lo que se promueve es la igualdad de
derechos entre hombres y mujeres, respetando y valorando las diferencias.
No se debe olvidar que existen varias masculinidades y feminidades, por lo que
todas deben tener cabidas en un enfoque de equidad de género. Además estos
deben hacer un análisis de las necesidades específicas que diversos tipos de
hombres tienen en los ámbitos de salud y desarrollo, y el impacto que los
procesos de socialización han tenido en estos temas. Esto significa, por
ejemplo, involucrar a los jóvenes en discusiones sobre los riesgos y costos de
la masculinidad tradicional, ayudarlos a entender por qué se sienten
presionados para comportarse de tal o cual forma, entre otros aspectos.
Gran
parte de los enfoques que se aplican sobre niños y hombres jóvenes enfocan su
atención en los problemas que implica la escasa participación de éstos en las
cuestiones de la salud sexual y reproductiva, así como en los aspectos
violentos de su comportamiento. Esto hace que muchas iniciativas que trabajan
en las áreas de salud del adolescente perciban a los muchachos como agresores y
enemigos de la sociedad. Es un hecho que algunos muchachos son violentos con
sus parejas y entre sí. Además, muchos jóvenes no participan del cuidado de sus
hijos/as y no se involucran adecuadamente en las necesidades de salud sexual y
reproductiva ni de sí mismos ni de sus parejas. Pero existen otros hombres
adolescentes y jóvenes que sí participan en los cuidados de los hijos/as, que
son respetuosos en sus relaciones íntimas, y que no son violentos en ninguna
dimensión de sus vidas. Cabe destacar que nadie es de una misma forma todo el tiempo:
un hombre joven puede ser violento con la pareja, pero protector y cuidadoso
con los/as hijos/as; o violento en algunos contextos y en otros no.
Debemos
partir del principio de que los hombres jóvenes deben ser vistos como aliados y
no como problemas. Todos los hombres -incluso aquellos que alguna vez fueron
violentos- poseen potencial para ser comprometidos y cuidadosos, para
relacionarse a través de diálogos respetuosos, para asumir responsabilidades
con sus hijos/as y para interactuar y vivir de forma armónica. Diversos
programas de prevención con hombres muestran que los hombres sí pueden cambiar
sus creencias y actitudes. Por tanto el desafío es cómo llegar a los hombres
con un discurso inclusivo y llamativo que promueva conductas más respetuosas, saludables
y equitativas debemos considerar que es fundamental comenzar a rescatar lo que los hombres
jóvenes hacen de positivo, y creer en el potencial que todos ellos poseen. Además
es importante destacar que los hombres pueden jugar un doble rol, tanto
ejerciendo violencia sobre otros como sufriendo los efectos de la violencia. En
este sentido, es necesario visibilizar a los hombres no solo como victimarios,
sino también como víctimas de la violencia.
En
resumen podemos decir que para que la delincuencia no sea una opción para los
jóvenes colombianos es vital que las instituciones de gobierno, proyectos de
cooperación internacional y la laboral del sector empresarial con programas de
responsabilidad social, organizaciones no gubernamentales o fundaciones
dedicadas a prevenir la violencia juvenil, las iglesias y los medios de
comunicación social, focalicen y distribuyen equitativamente sus esfuerzos
entre la población juvenil de las zonas geográficas donde el riesgo es mayor y
los recursos son más limitados. Pero además que esos esfuerzos tenga un enfoque
de construcción de nuevos estilos de o formas de ser hombres consientes de la
necesidad de crear condiciones de igualdad y equidad con las mujeres y que les
permita a ambos tener las mismas garantías y oportunidades para su desarrollo.
[1] Sename, Seminario “Justicia juvenil: perspectivas de género y masculinidades
en la intervención”, agosto 2009
[2] Instituto Universitario de Opinión Publica de La Universidad
Centroamericana “José Simeón Cañas” UCA
[5] Mª José Díaz – Aguado y Rosario Martínez Arias. “La construcción de la
Igualdad y la Prevención de la
Violencia contra las mujeres” Instituto de la Mujer. Madrid 2001
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