EL
MACHISMO, DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO
Significado y consecuencias del
trato discriminatorio a las mujeres
El machismo es fruto de múltiples
factores. Todas las sociedades han vivido y viven expresiones de este fenómeno
que causa muchas víctimas en diferentes contextos.
“Machismo” es un término acuñado en el contexto
latino, pero su forma de expresión es común a muchas culturas e ideológicamente
multidimensional.
¿Qué es el machismo?
También conocido como androcentrismo (el varón
como centro), supone una actitud de menoscabo, desprecio y discriminación hacia
la mujer. Ideológicamente sostiene que el varón es superior y la mujer debe
estar unilateralmente sometida al mundo masculino. No hay base sostenible para
dicha idea; por lo tanto, se trata de una construcción cultural.
¿Cómo se expresa?
En algunas sociedades se vive el machismo con un
abierto desprecio hacia la mujer que se manifiesta en la obligatoriedad de
utilizar determinadas vestimentas elegidas
por varones, cumplir algunos roles fijos e inamovibles y tener una conducta
servil hacia el género masculino.
En otros grupos sociales, que han luchado por la
discriminación contra la mujer, el machismo se expresa en actitudes más
sutiles, como pagar mejores salarios a los varones por desempeñar funciones
similares o iguales a las de las mujeres, o conceder a los hombres los mejores
accesos a puestos de responsabilidad gerencial, política o religiosa. También
se observa en mensajes publicitarios que de un modo u otro denigran a la mujer
o la relegan a funciones como el hogar y la familia.
Cómo sufren las mujeres el machismo
En muchos sentidos, las mujeres criadas en un
contexto machista sufren problemas de:
- Autoestima. Se les hace creer desde pequeñas que
son inferiores.
- Falta de oportunidades. En
países donde la discriminación de la mujer es práctica
habitual, los varones tienen un mayor acceso a la educación pública o
superior. O bien, a las mujeres se les impide avanzar en sus carreras.
Margaret Maruani, directora de investigación del Centro Nacional de
Investigación Científica de Francia, llama a esto "un pantano de desigualdades
estancadas".
- Violencia de género.
El machismo crea las condiciones ideológicas para que se produzca la violencia por
motivos de sexo. Más mujeres son maltratadas en
contextos machistas que en otros ambientes más favorables a la integración
de los sexos.
- Distorsiones religiosas. En
contextos androcéntricos, las religiones se convierten en entes
validadores de la discriminación y menoscabo de la mujer.
- Abuso sexual. Se
expresa en formas sutiles, como tratar a la mujer como objeto sexual, y en
situaciones que abiertamente atropellan la dignidad y los derechos del
mundo femenino al considerar que son “servidoras” sexuales de los varones.
El machismo también afecta a los hombres
Sin embargo, no sólo las mujeres sufren las
consecuencias. El machismo también perjudica a los varones, que deben
enfrentar:
- Violencia de género. Existe
cuando las mujeres les exigen o violentan para que no se comporten como
“mujercitas” o “afeminados”, cuando se interesan en aspectos que no son
tolerados por los “machos de la manada". Esto favorece, entre otras
prácticas, la homofobia.
- Poca inteligencia emocional.
Puesto que se les enseña a los varones a no expresar de una manera abierta
y asertiva sus emociones, sino a callarlas, anularlas o negarlas, por
considerar que ciertas manifestaciones emocionales son propias de mujeres:
llorar, tener miedo, sentirse inseguro, interesarse en el arte, etc.
- Educación sexista.
Se los educa para comportarse como machos y para tratar a las mujeres como
seres inferiores, provocando con eso serias distorsiones en su desarrollo
e identidad personal.
- Fracasos matrimoniales. Muchos
varones machistas se topan con que su conducta los lleva a fracasar en
ámbitos en los que no están preparados para manejarse bien, como el
matrimonio, considerado dominio de la mujer (la palabra
"matrimonio" viene de la expresión latina matri -mujer- monio -dominio-).
Las causas del machismo
Las conductas machistas no son producto de un
solo factor, sino de una combinación de situaciones que, mantenidas en el
tiempo, promueven esta situación.
- Educación sexista. Por mucho
tiempo se “educó” sólo a varones, por considerar que las mujeres no eran
aptas para aprender. Sin embargo, aunque hoy no se practica dicho modelo
arcaico en la mayoría de los países, aún se privilegian modelos de
enseñanza donde el centro es el varón.
- Enseñanzas religiosas
sexistas. La religión es uno de los aspectos formativos y culturales más
importantes a la hora de fomentar el machismo. Muchas religiones promueven
interpretaciones de la realidad donde la mujer es vista como “la mala” o
"la pecadora” que tienta al hombre y contamina el universo, y otras
expresiones que sólo sirven para denigrarla.
- Leyes discriminatorias. Votar,
tener propiedades, decidir sobre sus propios cuerpos o su educación ha
sido una lucha ardua, porque en muchos sentidos las leyes han propiciado
un entorno de discriminación que favorece a los varones. Por ejemplo, aún
hay países donde la violación de la mujer no es penada por ley.
- División del trabajo.
Históricamente se ha supuesto que el trabajo de la casa y los hijos es
ámbito de la mujer y, por ende, el manejo del dinero y el trabajo fuera
del hogar son tareas del varón. En la práctica, este modelo permite la
discriminación de hecho y mantiene el machismo.
- Medios de comunicación. Los
medios de comunicación de masas (cine, televisión, música y radio)
contribuyen en gran medida a mantener algunos de los estereotipos del
machismo.
¿Cómo enfrentarlo?
Cambiar las actitudes machistas implica un
proceso de análisis profundo de la educación que se entrega desde el hogar
hasta la universidad, cambio de políticas sociales, transformación de los
medios, reelaboración del trabajo, etc.
El medio más efectivo para cambiar las actitudes
machistas es la educación, tanto la formal como la informal que se da en los
ámbitos familiares, religiosos o culturales.
Luchar por una integración de los sexos que sea
justa, ecuánime y positiva es una responsabilidad compartida, tanto por varones
como mujeres que sostienen una vida emocionalmente inteligente
MACHISMO
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A continuación les comparto, amigos lectores, un artículo
acerca de un fenómeno social de todos los tiempos que, a pesar de lo que
pudiera decirse en contrario, aún persiste en nuestros días, en todas las
esferas sociales: El Machismo.
También existe una rica tradición literaria que
prolifera la imagen machista mediante el desdén o maltrato de las mujeres
como en las diversas obras del tema de Don Juan Tenorio.
En América Latina hay autores que identifican
el machismo con la "otra cara del marianismo".
Formas de machismo
Tradicionalmente el machismo ha estado asociado
a la diferenciación de tareas entre hombres y mujeres, y a la subordinación
de las mujeres en muchas sociedades. En todas las sociedades que han
existido, los hombres en general han tenido mayor poder y estatus que las
mujeres. En las sociedades modernas, las actitudes machistas tratan de
justificar la mayor comodidad, preponderancia y bienestar de los hombres.
En ese sentido, se considera que es fruto del
machismo que el trabajo más reconocido o menos fatigoso sea asignado a los
hombres. También es parte del machismo el uso de cualquier tipo de violencia
de género con el fin de mantener un control emocional o jerárquico sobre
ellas. De hecho, el machismo es considerado como una forma de coacción no
necesariamente física, sino también psicológica, siendo esta forma de
expresión protectora una discriminación, ya que se ven subestimadas las capacidades
de las mujeres alegando una mayor debilidad.
Hoy en día el machismo está considerado como
una opresión hacia el sexo femenino y una de las más importantes lacras
sociales. El machismo no solo es causante directo de la violencia de género o
violencia contra las mujeres, sino que a menudo lo es también de otros tipos
de violencia doméstica.
El machismo, asimismo, castiga cualquier
comportamiento que consideren femenino en los varones, lo que es la base de
la homofobia. Ya que un comportamiento o preferencia sexual diferente de las
que propugna típicamente el machismo, contribuye a diluir la diferenciación
estereotipada del machismo.
También se han visto extrañas formas de
machismo, pero la más rara es la denominada comúnmente como ser machista en una
cosa.
Causas del machismo
El machismo ha sido un elemento de
control social y explotación sexista en muchas culturas. Algunos factores
mencionados y que podrían ser causa de su continuidad serían: "los
matriarcados".
· Leyes discriminatorias hacia la mujer.
Diferencia de tratamiento en el caso del adulterio: en
algunas culturas, el adulterio, o el embarazo previo a la concertación del
matrimonio son castigadas con la pena capital. o Necesidad
del permiso del varón para realizar actividades económicas.
Negación del derecho a voto o de otros derechos civiles.
· Educación machista desde las
escuelas y la propia familia, por el cual el proceso de enculturación trata
de justificar y continuar el orden social existente. Eso incluye
consideración de valores positivos la sumisión al marido, el matrimonio y la
procreación como una forma preferente de autorrealización. Hasta los
movimientos de emancipación femenina de este siglo muchas de las mejores
escuelas universitarias y profesionales no admitían mujeres como por ejemplo:
Princeton, Yale, Harvard, Oxford y Cambridge.
En ciudades como Nueva York, París
y Londres, no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que les fue permitido a
las mujeres el uso de pantalones en lugares públicos.
· Discriminación en el ámbito
religioso, en países de predominio musulmán, en el cristianismo, en los
ortodoxos judíos, en el hinduismo, etcétera. La Biblia contiene expresiones
que son consideradas por algunas corrientes como machistas, por ejemplo,
"la esposa de Noé", "las hijas de Lot", "la suegra
de Pedro", las cuales son interpretadas como un indicio de posesión, lo
cual se acentúa al no mencionar el nombre de estas mujeres del Antiguo
Testamento. Otro ejemplo en el Nuevo Testamento es la expresión en la primera
epístola de Pablo a los Corintios 14:34 (Versión Reina-Valera 1909) que dice:
"Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es
permitido hablar".
· División sexista del trabajo, por
el cual se prefieren a otros hombres en puestos decisorios. Originalmente la
división sexista se fundamentó en la diferente capacidad física y muscular,
en la que los hombres tenían ventaja comparativa; En cambio, en la sociedad
actual la fuerza física perdió importancia, mientras que las capacidades
intelectivas y las habilidades sociales fueron ganándola, lo que ha
contribuido a la incorporación de muchas mujeres al trabajo asalariado.
También se refiere a un pago de salario menor a las mujeres que a los hombres
a cambio del mismo trabajo. El comportamiento sexista se debe a los
prejuicios cognitivos de efecto Halo respecto a la fuerza, efecto de carro
ganador, y a otros efectos como falsa vivencia por parte de los que quieren
mantenerlo, que más tarde se convierten en falacias de apelar a la tradición,
falacia por asociación y generalizaciones apresuradas.
· LLos medios de comunicación y la
publicidad sexista, al realzar ciertas conductas o modelos, como si fueran
los más adecuados o típicos de las mujeres.
· Inseguridad: Este es un elemento a
considerar. Algunos psicólogos han mencionado que si el hombre o mujer tienen
baja seguridad personal pueden reaccionar violentamente ante situaciones que
consideran amenazadoras.
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El debate por la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual acaparó casi por completo la agenda
política de la mayoría de los medios durante las últimas semanas. Por los
programas de televisión desfilaron diputados, senadores, periodistas,
directivos de grupos multimediáticos, constitucionalistas, opinólogos y
representantes de algunas organizaciones sociales. Hubo algunas voces que, sin
embargo, no salieron en televisión, pero se expresaron en las audiencias
públicas y en algunos medios alternativos: las de los y las activistas de las
organizaciones de la diversidad sexual. María Rachid, presidenta de la
Federación Argentina LGBT, fue una de las que se manifestó, a favor de la ley.
El papel de los medios en la
reproducción de los prejuicios o, por el contrario, su refutación, es
importantísimo, porque son formadores de opinión y porque a través de los
medios nuestras voces pueden llegar a mucha gente o ser silenciadas. La concentración
actual de medios en pocas manos, lejos de garantizar la libertad de expresión,
ha permitido que un discurso que discrimina y estigmatiza a las diversidades
sexuales –como lo hace con otros grupos sociales– hegemonice la comunicación
masiva.
La forma en la que los medios,
especialmente la televisión, dan cuenta de la diversidad sexual, salvo algunas
excepciones, va de los chistes homofóbicos de Tinelli a las representaciones
basadas en estereotipos que se ven en muchas ficciones o la invisibilización de
nuestras voces en los programas periodísticos y noticieros. El tratamiento que
se le ha dado a Zulma Lobato es un ejemplo paradigmático. ¿Te imaginás si
Zulma, en vez travesti, fuera afrodescendiente, y la ridiculizaran por eso?
Sería un escándalo. Pero parece que, tratándose de una travesti, está
naturalizada la posibilidad de burlarse de ella.
invisibilización?
Por ejemplo, en las series o
novelas, casi nunca vas a ver personajes gays, lesbianas o travestis en
situaciones cotidianas que reflejen nuestras vidas como realmente son. Cuando
aparecen, casi siempre es para contar historias sórdidas, extravagantes, desde
el lugar de lo “raro” y esos personajes se construyen con rasgos estereotipados
que nos ridiculizan. Nosotros y nosotras nos enamoramos, tenemos familias,
nuestros hijos e hijas van a la escuela, contamos con encuentros y
desencuentros afectivos, problemas económicos y de diván. Pero nuestras
familias y nuestras historias no forman parte de las representaciones de la
sociedad que salen en la tele y llegan a todos los hogares.
¿Y en los noticieros o
programas periodísticos?
Muchas veces me suena el
celular y es el productor de algún programa, que me dice: “María, necesito una
lesbiana de entre 16 y 20 años, clase media, así y asá”. Me lo piden como si
fuera un supermercado. Nos llevan al programa para presentarnos como “el caso”
que da su “testimonio”, y después otros invitados –cuyas voces tienen más
autoridad– discuten si nuestra vida está bien o mal. Siempre tiene que estar
“la otra campana”, generalmente un cura, que se opone a nuestros derechos. Es
como si llamaran a la DAIA para pedir que manden a un chico judío y lo sentaran
con un neonazi y un “especialista en judíos” para discutir si está bien o está
mal que los judíos tengan los mismos derechos. Nosotros vamos y tratamos de
usar esos pocos segundos en televisión para hacer oír nuestra voz, pero siempre
es en ese contexto. No te sientan a la mesa con un diputado para debatir el
matrimonio o la ley de identidad de género, te sientan con un cura o un
psicólogo. Pero el ejemplo más elocuente es la Marcha del Orgullo: la cobertura
que hace la televisión sobre la marcha es vergonzosa.
¿Por qué?
—En la última, hubo más de 40
mil personas. ¿Cuántas movilizaciones juntan tanta gente, encima sin recursos
ni difusión previa en los grandes medios? Expresamos reclamos políticos y
sociales muy importantes, con discursos fuertes y una multitud coreando frente
al Congreso la consigna “voten nuestras leyes”. Pero ningún canal de televisión
mostró eso. Vinieron, pero lo que salió en los noticieros fue una nota
amarillista. Muestran los cuerpos de cerca, pero callan las voces. Si Blumberg
o De Ángeli reúnen 40 mil personas para pedir leyes sobre seguridad o cambios
en las retenciones, los discursos salen enteros en vivo y en directo, hay un
helicóptero filmando desde arriba para que se note que hay mucha gente y
después los invitan a todos los programas a debatir con los políticos. El
rabino Bergman reunió menos de mil personas contra la Ley de Medios y salió
casi en cadena nacional. Nosotros y nosotras, sin canales de televisión
llamando a la gente a participar, sin estructuras, a pulmón, reunimos más de 40
mil personas y le gritamos al Congreso que vote nuestras leyes, pero ningún
programa periodístico habla del tema ni nos invita. Tampoco muestran la
multitud desde el cielo: lo que se ve son primeros planos de tetas y culos y
algunos testimonios individuales sin contenido político. En vez de mostrar la
Marcha del Orgullo como una manifestación multitudinaria que expresa demandas
de un sector de la sociedad, la muestran como una nota de color.
¿Qué cambiaría de eso con la
nueva ley?
Lo más importante es terminar
con la concentración, que haya más voces. Que haya medios en manos de la
sociedad civil y de otros actores. Hay que pensar articulaciones que permitan
una mayor diversidad, para que el conjunto de los medios sea un reflejo más
cabal de esta sociedad diversa y no haya un solo sector hegemonizando lo que se
comunica masivamente. Entonces, esa mirada de los medios actuales sobre la
diversidad sexual seguirá existiendo, pero habrá otros medios mostrando otras
miradas. No sólo las nuestras, también las de otros sectores sociales que hoy
no tienen voz.
En una declaración que
firmaste decís que el grupo Clarín no es un problema para Kirchner sino para el
conjunto de la sociedad. ¿Por qué?
Porque concentran tantos
medios que tienen un peso muy importante. Pueden influir en las decisiones
políticas y generar opinión para que las cosas vayan para donde ellos quieren.
Si mañana comienza el debate por el matrimonio entre personas del mismo sexo en
el Congreso y el grupo Clarín, por su relación con la Iglesia, decide jugar en
contra, va a ser mucho más difícil, porque ponen un par de tapas y los
políticos se asustan. La campaña feroz que están haciendo contra esta ley es
una prueba de eso.
La ley incorpora una cláusula
contra la discriminación en los medios que incluye la orientación sexual y la
identidad de género. ¿Cómo te imaginás que pueda aplicarse sin que se diga que
atenta contra la libertad de expresión?
Es importante porque es la
primera ley nacional que habla de orientación sexual e identidad de género. Ni
siquiera la Ley Antidiscriminatoria lo hace y llevamos años tratando de que se
modifique. Habrá que ver cómo se reglamenta y qué criterios adopta la autoridad
de aplicación, pero lo importante es acabar con el doble estándar: si un
conductor se burla al aire de una persona mayor o dice alguna barbaridad sobre
los judíos, nadie diría que sancionarlo va contra la libertad de expresión,
pero si dice que los gays y las lesbianas somos pervertidos o anormales,
algunos piensan que está ejerciendo su derecho a decir lo que piensa.
LA HEGEMONÍA DE LOS MEDIOS
El presidente de Telesur afirmó, a comienzos de año, que la "hegemonía de los medios" era un instrumento necesario para la revolución. Dos elementos importantes se desprenden de esa afirmación, primero, la constatación –nuevamente– de que los medios –y los discursos– constituyen la tribuna donde nuestra política tiene lugar, acontece; segundo, esta apelación a la estrategia hegemónica pone en evidencia modos de proceder y mecanismos bien delimitados para la consolidación de la "revolución".
Como respuesta inmediata, quizás, habría que negarse a los discursos, hacer ejercicios continuos de sospecha, inventar un "habla fragmentaria"; habría que pensar nuevas formas de decirse, de decirnos, que pudieran soslayar el porvenir de reincidencias que amenaza.
La aparición de esta "finalidad" en el horizonte político es iluminadora: no se trata de prohibir la "libertad de expresión" sino, más dramáticamente, de intentar que sea imposible pensar en algo distinto, imposible tener opiniones contrarias, disentir o interpretar.
Teóricamente, la hegemonía constituye un ejercicio de dominación o supremacía de un grupo social –ideológicamente determinado– sobre otro, a través de la dirección política, intelectual y moral. Los seguidores del Marxismo, y ese es quizás uno de sus anacronismos, entienden que las sociedades están siempre sometidas a juegos hegemónicos. Estas relaciones hegemónicas pueden ser mera dominación o, como pensaba Gramsci, la posibilidad de construir un nuevo tipo de sociedad, una sociedad ampliada con la que se pudiera superar su fase puramente "corporativa", es decir, su instalación y operación como un entramado de frágiles alianzas y ejercicios de poder excluyentes. Esta hegemonía propone una "sociedad ampliada" en la que los bloques sociales confluyen por eliminación de sus diferencias, por anulación de sus contradicciones. Para ello, la suma de adeptos y el acceso al poder, debería ocurrir integrando, incluyendo, en la red de relaciones que es la sociedad los intereses y necesidades de los distintos grupos sociales, como parte activa del conjunto de proyectos que delinean su destino, su futuro.
En la práctica, sin embargo, la hegemonía es de
corte "totalitario", busca, como lo expuso Lenin, convertir las
aspiraciones de un grupo específico de la sociedad en "voluntad colectiva
y total". Un mecanismo gracias al que una "clase social" –un grupo,
un sector– se adueña del destino y futuro de la colectividad, asumiendo tanto
su dirección política como su dirección intelectual y moral. Una paradójica
"imposición consensuada" que se realiza, aparentemente, a través de
alianzas o consensos, pero que realmente está sustentada en el dominio
ideológico irrestricto de un grupo sobre otro: un grupo que universaliza
–totaliza- su propia perspectiva. La "clase hegemónica", entonces,
es aquella que articula a sus intereses a los otros grupos sociales, a través
de la dominación ideológica. La dirección intelectual y moral se resuelve por
medio del predominio de una base social sobre otras que pasan a ser
subalternas; se resuelve cercenando la pluralidad y la convivencia. Un conjunto
de ideas se hace "voluntad colectiva" sólo cuando puede silenciar
toda voz contraria o disonante.
Esta "voluntad colectiva", con
efectos políticos, morales e intelectuales, domina al instalarse –erigirse–
como la matriz de producción de sentido que dota de contenidos, siempre
unívocos y reducidos a lo mismo, todas las acciones de la sociedad. Lo que
se instituye es que un bloque social, constituido como "bloque
ideológico" y en oposición a todos los demás, determina pre-juiciosamente
toda posible interpretación. El ejercicio de la hegemonía es la confusión de
una propiedad particular con lo colectivo, y la estructuración de un destino
unidireccional para el devenir social y político.
Entre nosotros, la "voluntad
colectiva", tiene la forma de un discurso, en palabras de Foucault,
aparece como "el menor espacio posible entre el pensamiento y el
habla".
Un discurso, una práctica que permite –o asegura–
la transformación de las ideas en acciones o cosas, partiendo y repartiendo
enunciados (es decir, proposiciones que al aparecer son ya hechos). Un habla
excluyente, una "totalidad cerrada", sin lagunas o espacios blancos,
constituida por un número limitado de enunciados que se convierten en
"condiciones de existencia" o posibilidades.
Toda
hegemonía parte de una idea dual de la realidad, en la que las cosas son o no
son, y cuando son, son blancas o negras; una comprensión polarizada –y
necesariamente conflictiva– en la que el logro de algo supone la anulación de
lo otro. Por ello, la hegemonía es una dinámica compleja, y debe comprender la
totalidad de los ámbitos de existencia: se ejercita, a la vez, como dirección
política, un momento de fuerza y coerción; y como dirección
intelectual y moral, un momento de convencimiento o aceptación. Trasciende
y oblitera los consensos, las alianzas instrumentales o estratégicas,
apareciendo como una "síntesis más elevada". La "voluntad
colectiva", que no es más que la totalización de un conjunto de
necesidades o aspiraciones particulares, se hace protagonista de la acción
política: un sujeto político universalizado, una voz sin tono ni ritmo.
El uso de la noción de Hegemonía nos sitúa en una
sociedad signada por enfrentamientos, y que vive de ellos, en una dinámica de
desencuentros, donde la pluralidad deviene incómoda y debe ser sometida
"intelectual y moralmente".
No es prioritario el diálogo, los consensos y
alianzas, la convivencia, porque en el territorio de las dualidades lo que no
es semejante no existe. En este sentido, la hegemonía tiene una importancia
cultural ineludible, ya que el ejercicio hegemónico determina la irrupción de
una "nueva cultura", de otra concepción del mundo y la vida, una que
siempre estará caracterizada por intereses y necesidades particulares que se
hacen "actos históricos".
Toda hegemonía determina y encausa –hipoteca– la
sociedad y las personas que las constituyen. Su mayor peligro está en la
intención de disciplinar las conciencias y los pensamientos, de unificar los
puntos de vista, de cancelar las perspectivas, de anular el disentimiento.
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